Me despierto más temprano que de costumbre. Son las seis de la  mañana, abro la ventana y veo pasar enormes bloques de hielo. Navegamos  por un fiordo de casi 42 kilómetros. Vamos rumbo al glaciar Sawyer.  La mejor vista es desde el piso 10 del barco, el cual se acerca  lentamente. Ahí, todos los pasajeros nos limitamos a observar en  silencio el azul del hielo y el monumental paisaje de este glaciar, que  es parte del fiordo Tracy Arm, que pertenece a su vez al Parque Nacional Tongass.  Esta parada obligatoria también es escenario de una fauna imponente.  Vemos focas y una diversidad irreconocible de aves marinas. Por si fuera  poco, las montañas de la Cordillera de la Costa se unen a la imagen de  postal, donde habitan osos negros y marrones, ciervos, lobos, alces y  hasta cabras de montaña.
Influencia rusa
Sitka es por mucho una ciudad hermosa. No sólo por la naturaleza, ubicada al oeste de la isla de Baranof y flanqueada por majestuosas montañas cubiertas de nieve, lo más seductor es la convivencia de la cultura aborigen Tlingit y la rusa. De los sitios visitados es donde la presencia rusa es más tangible tanto en su arquitectura, en las iglesias, en sus costumbres y hasta en los suvenires donde están a la par las piezas hechas a mano de los descendientes de aborígenes, como las matrushkas. Después de recorrer sus calles, uno entiende por qué Alexander Baranof, primer gobernador de la Compañía Rusa en América, decidió construir su castillo aquí. Tal vez por la vista de isletas en el mar y bosques de abetos a la orilla del agua.
Sitka es por mucho una ciudad hermosa. No sólo por la naturaleza, ubicada al oeste de la isla de Baranof y flanqueada por majestuosas montañas cubiertas de nieve, lo más seductor es la convivencia de la cultura aborigen Tlingit y la rusa. De los sitios visitados es donde la presencia rusa es más tangible tanto en su arquitectura, en las iglesias, en sus costumbres y hasta en los suvenires donde están a la par las piezas hechas a mano de los descendientes de aborígenes, como las matrushkas. Después de recorrer sus calles, uno entiende por qué Alexander Baranof, primer gobernador de la Compañía Rusa en América, decidió construir su castillo aquí. Tal vez por la vista de isletas en el mar y bosques de abetos a la orilla del agua.
Lo que no puedes dejar de visitar es su museo que narra la  historia de Sitka, además de visitar los talleres de los artesanos  locales que aún conservan y enseñan a las generaciones más jóvenes los  procesos para crear tótems y textiles. Ah, otra actividad imprescindible  es buscar a los 18 tótems originales dispuestos en el Totem Park. Para buenas compras visita la tienda The Russian American Company.
 Última parada
La ciudad canadiense Victoria es la última parada del  crucero, y una localidad que merece una estancia de más días (como casi  todas). Visita el Royal BC Museum, el edificio del parlamento y los jardines botánicos Butchart,  son impresionantes. Toma un té en el Hotel Fairmont y camina por la  Government Street, donde verás la evidente herencia británica en los  escaparates de las tiendas (desde tejidos de lana y porcelana  procedentes de Inglaterra, Escocia y el tartán de encaje de Irlanda).  Visita las tiendas de chocolates artesanales, de té y arte indígena, y  si quieres cosas más contemporáneas visita el Bastion Square, donde  encontrarás las tiendas más originales. Si deseas ver el casco antiguo,  recorre un área más allá de Johnson Street. Está será la última noche en  el crucero, el capitán dará una recepción. La noche será larga.
Otra vez San Francisco
Después de 12 días, la vista de San Francisco  es imponente. Aunque estoy cansada no puedo decirle que no a esta  ciudad. Así que aprovecho para ir al Exploratorium, un museo interactivo  de ciencias, en el distrito de La Marina; después recorreré sus  galerías y tiendas y buscaré un buen lugar para cenar, quizá el  Abigail?s Bakery & Café o el Circa. Esta es la última parada.
Por M.Martinez para Nat Geo en español 
 







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