Por las costas de Alaska (1)

Paisaje, vida silvestre, glaciares, tradición y mucho deporte de aventura es sólo un poco de lo que podrás hacer si navegas por las costas de Alaska.

Partir de la ciudad de San Francisco en un crucero rumbo a Alaska, parecería una excentricidad, y quizá lo es. Antes de embarcar en el muelle 35 es recomendable dedicar por lo menos un día en recorrer esta ciudad progresista. Los atractivos son muchos: explorar el Barrio Chino (la comunidad china más grande fuera del país), donde te quedarás boquiabierto con sus tiendas que van desde objetos muy accesibles en precio hasta piezas de diseño. Y ya que andas en esta zona del centro de la ciudad, aprovecha para visitar el SFMOMA (no te pierdas la exposición del fotógrafo Richard Avendon) que no le pide nada a su homólogo en Nueva York. Casi enfrente está el Centro Cultural Yerbabuena, epicentro de las propuestas de arte emergente en todos sus géneros. El parque Golden Gate es una joya no sólo por su diseño sino porque cobija espacios espectaculares como el Museo De Young, el jardín del té japonés y la recién renovada Academia de las Ciencias, no te puedes perder la alucinante obra del arquitecto Renzo Piano. Si tienes tiempo, visita el icónico barrio Castro. Prepárate para disfrutar de un viaje de 12 días por mar en un crucero de lujo: el Silverwind, de la compañía italiana Silversea (www.silversea.com) de apenas 298 huéspedes. La vista del puente Golden Gate y de la isla de Alcatraz son el preámbulo de lo que será una experiencia visual. Debido a que la primera parada será en Ketchikan, nos tomará dos días recorrer la Costa Oeste de Estados Unidos y Canadá,  tiempo suficiente para desconectarte de la vida urbana. Este viaje es encuentro con la naturaleza. Hace frío pero es parte sustancial de la experiencia. Aprovecha estos días para gozar de las instalaciones del crucero. Nada como meterte al jacuzzi al aire libre y escuchar el murmullo de las olas o desayunar en el restaurante La Terraza con el paisaje marino de fondo o leer un libro en la baranda de tu camarote. Aunque el clima invita a la introspección, hay muchas cosas que hacer ?además de comer, claro?.
Mientras más al Norte navegamos los días se alargan y el capitán anuncia que se extenderán aún más. Observar los atardeceres en esta latitud del mundo es toda una experiencia, pareciera que la oscuridad absoluta nunca llegará.
La primera parada es Ketchikan. La intensidad de la luz me despierta. De entre los muchos atractivos de esta, una de las cinco ciudades más pobladas de Alaska (con apenas cuatro mil familias aproximadamente), destaca el paisaje, un equilibrio entre agua y montaña combinado con el sabor de un pueblo histórico que muestra su pasado indígena y que fuera colonizado por los rusos en 1886, quienes abrieron  fábricas de conservas, así ganó el sobrenombre de la capital mundial del salmón.
La entrada a los fiordos
Da un paseo por la zona de Creek Street y el centro histórico Ketchikan, donde encontrarás el Museo Histórico Tongass, el Alaska Discovery Center, el Tribal Hatchery and Eagle Center y Totem Heritage Center. También puedes alquilar un auto para explorar la Saxman Aldea o Totem Bight State Park. Pero si lo tuyo es la aventura, contrata una caminata guiada por el Santuario Bosque de Alaska; o con Alaska Canopy Tours lánzate de una tirolesa. Otras opciones son ir de pesca, hacer kayak o bicicleta de montaña rumbo a la Playa de Rotary. Sin importar cuál sea tu elección, contemplarás la vida silvestre en su esplendor. Y esta es apenas la entrada al Misty Fjords National Monument. Yo he optado por un tour en bicicleta. Es una lástima que sólo estemos un día en Ketchikan. Dicen los locales que en los restaurantes Steamers y Alaska Fish House te sorprenderá su sazón.
Vida salvaje
La segunda parada es la ciudad Wrangell, fundada por los rusos en 1834 e importante centro de comercio de pieles. Entre los principales atractivos sobresalen: la casa del Jefe Shakes Tribal, el Totem Park, el Museo Wrangell, que narra la historia local, y el Observatorio de Osos Anan. Pero quizá el mayor atractivo de esta pequeña localidad es el paisaje, el cual puedes admirar más si practicas kayak o pescas en el río Stikine, o simplemente si caminas entre los petroglifos.
Después de gozar del espíritu tranquilo de este poblado debemos zarpar de nueva cuenta. La siguiente parada es Juneau, a 250 kilómetros.
La capital de Alaska
Amanecemos en Juneau, y lo que alcanzo a ver desde mi baranda es pintoresco: las montañas son el escenario de una ciudad que sin duda es enorme comparada con las dos anteriores. Aquí, se ve, hay mucho por hacer en verano y en invierno. Eso aseguran los locales. Yo he optado por tomar un tour para avistar ballenas jorobadas, así que puntual dejo el Silverwind para tomar un autobús que me conducirá a mi siguiente destino. El espectáculo es conmovedor. Después de ver sumergirse y emerger a una enorme ballena en aguas alasqueñas, pareciera que no puede existir nada mejor. ¡Qué equivocada estaba! Después de estas tres horas de navegar al lado de ballenas, focas y águilas calva, no pensé que mi visita al glaciar Mendenhall me hiciera rectificar tan pronto. Pero esto no es todo, aquí en Juneau es posible tomar un tour en helicóptero y caminar en el glaciar o visitar sitios protegidos donde puedes contemplar de cerca osos negro, marsopas de Dall, leones marinos, focas, nutrias, cabras montesas y ciervos de cola, mientras haces kayak de mar, senderismo o rafting. En invierno los actividades deportivas que no te debes perder son: trineos tirados por perros, esquí alpino, heli-esquí, esquí de fondo y snowboard.
Antes de embarcarte de nueva cuenta, date una vuelta por las tiendas y llévate alguna de las maravillosas piezas hechas a mano: tótems, esculturas, aretes, pulseras, prendedores, textiles, suéteres?
 Por : Miriam Martinez para Nat Geo en español

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