Una ciudad de personalidad única, una fascinante mezcla entre lo provinciano y la contemporaneidad del mundo. |
Naranja y verde, así se podría traducir en colores Bogotá. Sus calles arboladas y los edificios de ladrillo con el fondo de los cerros de Monserrate y el de Guadalupe crean una urbe cálida y magnética. Caminar por sus calles regala estampas que perdurarán en la memoria: frente a casonas coloniales o sentados frente a portones que vieron entrar a virreyes, dos jóvenes, vestidos con una mezcla de estudiante revolucionario de los setenta, Ipod y tenis vans, miran desparpajadamente al mundo, ríen y conversan, a lo lejos suena una cumbia. Así son los días: llenos de música y risa, con un eterno despedirse después de las horas de café para volverse a sentar a tomar un cortado o un aguadepanela.
El sabor de un barrio: La Candelaria. Un aire de España se trasmina, el barrio, el más antiguo de la ciudad, alberga museos, casonas, pequeños cafés y hasta el Centro Cultural Gabriel García Márquez o la Biblioteca Luis Ángel Arango. Aquí está la famosa Plaza Bolívar donde, como la mayoría de las plazas centrales de América Latina, se conjuntan los poderes religiosos y de gobierno: la Catedral (al Oriente), la escultura de Pietro Tenerani de Simón Bolívar, libertador de América (al centro), el edificio Liévano o alcaldía de la ciudad (al Occidente), el Capitolio Nacional (al Sur) y, a sus espaldas, el Palacio de Nariño, sede de la presidencia. Se puede caminar por la Carrera 7 para no perderse ya que el barrio está lleno de pequeñas callecitas y de encantos a cada vuelta, como el Museo de Trajes Regionales (Calle 10 con Carrera 6), la iglesia museo de Santa Clara (Carrera y Calle 9) o la Casa Museo del Marqués de San Jorge (Carrera 6 y Calle 8). Para quienes gusten de lo bohemio profundo es obligada una visita a la Plazoleta del Chorro de Quevedo (Calle 13 con 26) y tomarse una cervecita (pide la local, hay una buena producción cervecera) en los barecitos y cafés. Se puede caminar por sus estrechas calles empedradas e ir de bar en bar (como lo hacen los jóvenes bogotanos).
Saborea la tradición. No se puede venir a Bogotá y no tomarse un chocolate completo: una humeante y deliciosa taza de chocolate con un buen pedazo de pan y otro buen pedazo de queso (pídelo así: "quiero un chocolate santafereño"). Una delicia que bien puede tomarse en un clásico, el Café la Florida (Calle 7 y 22) o tomarse con un delicioso tamal (ya un pecado máximo de calorías pero, qué importa, ¡estás de viaje!) en La Puerta Falsa (Calle 11 núm. 5 con 50), el más viejo restaurantico de la ciudad que funciona desde 1816. Pero si lo que se quiere es dejarse ir entre los sabores salados, hay que llegar a la Arepa cuadrada (Calle 14 casi con la 41, a un costado de la Casa de Poesía Silva que también vale la pena visitar y ver fotos y manuscritos de las glorias poéticas del país) donde encontrarás la clásica arepa, pero cuadrada, rellena de carne, queso y una salsita de ají (chile) que le pone un acento delicioso. Prueba también su aguadepanela. Si quieres probar la comida de la costa (la mejor según dicen los locales) hay un lugar ideal: el restaurante Diana García (Carrera 7 núm. 70 con 94).
Vive el encanto bohemio de la Macarena. Toda ciudad tiene su barrio donde los artistas, los músicos, enclavan. La Macarena es un barrio donde se conjunta una variada oferta de restaurantes y bares con tiendas de diseñadores locales, librerías y galerías. Colombia es de los países con más movida en el arte contemporáneo y así se puede apreciar en varios sitios como la galería Mundo (Carrera 5 núm. 26 A-67) o la Alfonso Garcés (Carrera 5 núm. 26 y 92). Bogotá también es famosa por su gran cantidad de librerías independientes, una de ellas, Luvina libros (Carrera 5 núm. 26 A-06) tiene dos pisos, servicio de café y bocaditos y una selección de libros de literatura muy buena, los encargados, siempre chicos de letras, podrán ayudar hasta al más extraviado en las lides de las palabras. Si te gustan las compras, el Taller Manual del Cuero (Carrera 5 núm. 26 A-18) será tu delirio, carteras, bolsas, todo de piel en diseños modernos y únicos. Una buena opción para comer es el Donosita (Calle 29 bis núm. 5-84), por su comida española con toques locales. El menú cambia con frecuencia ya que va con los productos de temporada. Para tomarse unas copas El Libertador es un bar donde se puede pasar una estupenda noche: buena música, buenos tragos y una fauna de hermosas mujeres y chicos con mucho estilo santafereño (los pocos turistas hacen de esta la verdadera escena nocturna bogotana).
Descubre la riqueza de las culturas. No por nada se dice que los colombianos son gente culta, leída. Bogotá tiene una enorme diversidad de museos. Para no perderse entre la vastedad te recomendamos tres: el Museo Nacional de Colombia (Carrera 7, Calles 28 y 29, www.museonacional.gov.co), donde encontrarás un ameno y rico recorrido por la historia y las culturas que le dan rostro a Colombia desde hace siglos (no te pierdas las pequeñas piezas abstractas de murciélagos de la cultura tairona y las piezas y objetos de Simón Bolívar así como los de la cultura negra colombiana). El Museo del Oro (Calle 11 núm. 4) con piezas alucinantes, y el conjunto de museos frente a la Biblioteca Luis Ángel Arango (www.lablaa.org/museodearte.htm): el Museo Botero (no sólo con piezas de este artista sino con su colección de arte moderno con piezas de Roberto Matta y Rufino Tamayo, entre otros), el Museo de Arte del Banco de la República (absolutamente necesario que bajes, entres a las salas-cajas fuertes y veas las llamadas "Lechugas" que no son otra cosa que custodias de oro con incrustaciones de muchas, muchas esmeraldas y amatistas, perlas y diamantes. También deslúmbrate con los retratos de las monjas muertas y lee las leyendas a pie de los cuadros) y el Museo de la Numismática (si te gustan las monedas, te sentirás en casa).
Vive una tarde netamente bogotana. Tomando un café con los amigos o viendo a la gente transitar desde una terraza como la de los cafés Juan Valdez (similar al de la placita fuera del Museo de Arte del Banco de la República) o en la Candelaria en el café Andante Ma Non Troppo (Carrera 3 núm. 10 con 92) que tiene un pan delicioso. Cualquier cafecito es bueno para hacer lo mismo que los locales: pasar un rato de la tarde discutiendo sobre la política, el clima, la música? Y si estás con un bogotano en esta experiencia es muy probable que a la hora de la despedida alguien aparezca, salude y se reanude la conversación o simplemente la despedida se haga tan larga que se vuelvan a sentar a conversar (importante saber esto si tienes una agenda apretada). Y no es mala educación, los bogotanos son profundamente amables y cariñosos, esta es una de sus formas de hacerte sentir querido. Si vas solo, escucha atento las conversaciones a tu alrededor, aunque te hayan dicho mil veces que no se debe, ahí conocerás mucho de las minucias de la idiosincrasia bogotana. O, si eres discreto, lee la revista El malpensante una joyita editorial con buenas plumas.
Por Rocio Ceron para Nat Geo
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