Después de años de revueltas políticas, la ciudad irlandesa renace. La paz que reina en la ciudad invita al mundo a conocer esta urbe que está de vuelta. |
El corazón de la ciudad es la plaza de Donegall. Cada mediodía y hasta que cae la noche llegan aquí las propuestas más inesperadas: jóvenes que portan atuendos únicos, tratando de hacer entender que hoy día la ciudad es también moderna, capaz de proponer al mundo algo más que problemas bélicos. Junto a estas reuniones cotidianas, pacíficas y muy originales, a un lado del enorme edificio del ayuntamiento, rueda sin cesar una versión más discreta del London Eye: se trata del Belfast Big Wheel, que no cuenta con la misma altura de su prima londinense, pero sí la suficiente para ver gran parte de la ciudad: los edificios antiguos y el río Lagan confluyen con las últimas propuestas arquitectónicas y urbanísticas. También funciona para conocer las manejables dimensiones de la ciudad, siempre rodeada, y casi a la mano, de la campiña irlandesa.
Los sitios más comunes para visitar se encuentran entre la calle Great Victoria y el río Lagan. Se trata del centro de la ciudad, hoy en pleno renacimiento después de duros momentos que la historia le ha concedido: durante la Segunda Guerra Mundial sufrió fuertes bombardeos y quedó destruida en gran parte, y después los problemas políticos internos evitaron dar un empuje a la ciudad. Aquí se encuentra una obra arquitectónica contemporánea de gran calado, Victoria Square, un enorme complejo comercial que da nuevas pulsaciones al alma ?de por sí mercantil? de las calles vecinas. Se pueden hallar, entre las tiendas de moda y electrónica que se encuentran normalmente en las grandes ciudades europeas, reales santuarios de tiempos pasados en pequeños locales, ya sean librerías, peluquerías, anticuarios o en los mismos pubs. Los más clásicos son Kelly?s Cellars y White?s Tavern, este último el más antiguo de la ciudad. Y si la pasión por este tipo de rincones tan irlandeses necesita aún más acción, hay que adentrarse a The Crown Bar, un excelso pub victoriano, dotado de una decoración casi barroca de mosaicos, mármoles, cristales brocados y trabajos de caoba por doquier. Eso sí, el ambiente pub es insuperable, y en sus pequeños snugs (pequeñas salas privadas) la experiencia no puede ser mejor. Sería recomendable no acabar con las Guiness, ya que se requiere equilibrio y sensatez para conocer, justo frente al pub, otra obra victoriana en uno de los monumentos más visitados de la ciudad: el Gran Teatro de la Ópera. Construido en 1895 y después de haber sido abandonado por décadas, en 1980 vivió una renovación completa, que dio luz a esos momentos victorianos de la ciudad.
Las calles Wellington o la Howard permiten llegar a los edificios más clásicos de la ciudad: Scottish Provident Building, o la biblioteca Linen Hall Library. Y algo que sucederá con seguridad es que el camino que se tome lo llevarán a los entries, pequeños callejones con más locales y pubs menos conocidos, pero igualmente genuinos. Y hágase lo que se haga, siempre se llegará de forma natural a la ribera del río Lagan, la cual en los últimos años está viviendo una renovación con enormes edificios como el Waterfront y el Odyssey, un espacio de presentaciones culturales y un estadio, respectivamente.
También los astilleros, donde alguna vez se construyó el Titanic, son testigos de la construcción de nuevos hoteles, edificios de departamentos, parques, almacenes restaurados y la limpieza de las aguas del río. Tal vez no hay mejor sitio para conocer la propuesta que Belfast tiene para su futuro.
Si se renta una bicicleta se puede recorrer parte del río y llegar al sur del centro de la ciudad, después de un valiente pedaleo, para adentrarse en la calma del Jardín Botánico y sobre todo conocer el interior de Palm House, uno de los edificios más representativos en su tipo, hecho de vidrio y metal. Fue construido por Sir Charles Lanyon, arquitecto también de los Kew Gardens de Londres. Este singular edificio alberga desde hace más de cien años ejemplos de plantas exóticas, muchas de ellas de América. Una vez estando en esta parte de Belfast habrá que aprovechar para visitar el Museo de Ulster, con una colección magnífica de maquinaria industrial, pintura y joyas de oro descubiertas en un barco hundido de la armada española de 1558.
El Castillo de Belfast, construido en las laderas del Cave Hill, al norte de la ciudad, ofrece muy buenas vistas de la ciudad, así como eventos culturales y una que otra boda al mejor estilo irlandés. Otra forma de conocer la historia de la ciudad es adentrarse a dos barrios y dos formas diferentes de entender la religión y la política: Shankill y West Belfast. Entre ellos han vivido una guerra que hoy se describe en los murales de estos barrios. La visita a estas zonas se puede llevar a cabo por cuenta propia, o bien, tomando un tour manejado por testigos de la guerra, algunos de ellos incluso ex combatientes, que además de presentar las calles que han vivido este conflicto, nos acercan a su gente, a las historias del día a día de cada uno de estos barrios. Aunque, hay que decirlo, los tours de West Belfast no van a Shankill, y viceversa. Es importante entender que se viaja a estos dos barrios para conocer en primera persona una historia reciente de una ciudad que intenta ser ella misma. Y para eso está la plaza de Donegall, para encontrarse con jóvenes que viven la modernidad desde su esencia más irlandesa, inmersos en la pluralidad en el propio corazón de Belfast.
Por Carlos Pereira para Nat Geo
Los sitios más comunes para visitar se encuentran entre la calle Great Victoria y el río Lagan. Se trata del centro de la ciudad, hoy en pleno renacimiento después de duros momentos que la historia le ha concedido: durante la Segunda Guerra Mundial sufrió fuertes bombardeos y quedó destruida en gran parte, y después los problemas políticos internos evitaron dar un empuje a la ciudad. Aquí se encuentra una obra arquitectónica contemporánea de gran calado, Victoria Square, un enorme complejo comercial que da nuevas pulsaciones al alma ?de por sí mercantil? de las calles vecinas. Se pueden hallar, entre las tiendas de moda y electrónica que se encuentran normalmente en las grandes ciudades europeas, reales santuarios de tiempos pasados en pequeños locales, ya sean librerías, peluquerías, anticuarios o en los mismos pubs. Los más clásicos son Kelly?s Cellars y White?s Tavern, este último el más antiguo de la ciudad. Y si la pasión por este tipo de rincones tan irlandeses necesita aún más acción, hay que adentrarse a The Crown Bar, un excelso pub victoriano, dotado de una decoración casi barroca de mosaicos, mármoles, cristales brocados y trabajos de caoba por doquier. Eso sí, el ambiente pub es insuperable, y en sus pequeños snugs (pequeñas salas privadas) la experiencia no puede ser mejor. Sería recomendable no acabar con las Guiness, ya que se requiere equilibrio y sensatez para conocer, justo frente al pub, otra obra victoriana en uno de los monumentos más visitados de la ciudad: el Gran Teatro de la Ópera. Construido en 1895 y después de haber sido abandonado por décadas, en 1980 vivió una renovación completa, que dio luz a esos momentos victorianos de la ciudad.
Las calles Wellington o la Howard permiten llegar a los edificios más clásicos de la ciudad: Scottish Provident Building, o la biblioteca Linen Hall Library. Y algo que sucederá con seguridad es que el camino que se tome lo llevarán a los entries, pequeños callejones con más locales y pubs menos conocidos, pero igualmente genuinos. Y hágase lo que se haga, siempre se llegará de forma natural a la ribera del río Lagan, la cual en los últimos años está viviendo una renovación con enormes edificios como el Waterfront y el Odyssey, un espacio de presentaciones culturales y un estadio, respectivamente.
También los astilleros, donde alguna vez se construyó el Titanic, son testigos de la construcción de nuevos hoteles, edificios de departamentos, parques, almacenes restaurados y la limpieza de las aguas del río. Tal vez no hay mejor sitio para conocer la propuesta que Belfast tiene para su futuro.
Si se renta una bicicleta se puede recorrer parte del río y llegar al sur del centro de la ciudad, después de un valiente pedaleo, para adentrarse en la calma del Jardín Botánico y sobre todo conocer el interior de Palm House, uno de los edificios más representativos en su tipo, hecho de vidrio y metal. Fue construido por Sir Charles Lanyon, arquitecto también de los Kew Gardens de Londres. Este singular edificio alberga desde hace más de cien años ejemplos de plantas exóticas, muchas de ellas de América. Una vez estando en esta parte de Belfast habrá que aprovechar para visitar el Museo de Ulster, con una colección magnífica de maquinaria industrial, pintura y joyas de oro descubiertas en un barco hundido de la armada española de 1558.
El Castillo de Belfast, construido en las laderas del Cave Hill, al norte de la ciudad, ofrece muy buenas vistas de la ciudad, así como eventos culturales y una que otra boda al mejor estilo irlandés. Otra forma de conocer la historia de la ciudad es adentrarse a dos barrios y dos formas diferentes de entender la religión y la política: Shankill y West Belfast. Entre ellos han vivido una guerra que hoy se describe en los murales de estos barrios. La visita a estas zonas se puede llevar a cabo por cuenta propia, o bien, tomando un tour manejado por testigos de la guerra, algunos de ellos incluso ex combatientes, que además de presentar las calles que han vivido este conflicto, nos acercan a su gente, a las historias del día a día de cada uno de estos barrios. Aunque, hay que decirlo, los tours de West Belfast no van a Shankill, y viceversa. Es importante entender que se viaja a estos dos barrios para conocer en primera persona una historia reciente de una ciudad que intenta ser ella misma. Y para eso está la plaza de Donegall, para encontrarse con jóvenes que viven la modernidad desde su esencia más irlandesa, inmersos en la pluralidad en el propio corazón de Belfast.
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